martes, 29 de septiembre de 2009

La Sandalia Raida

La sandalia raída

Cansado de escuchar promesas,
aplaudir mentiras,
me calcé la sandalia del destierro.
Veleta en torbellino giré
desasida de luz,
inventándole soles a la sombra;
anduve… anduve…
hasta agotarle al tiempo
el minuto póstumo.
Una entre todos apuré indiferencias,
aprendí la amargura
de estar sola entre tantos.
Con los ojos en cruz
ensayé nuevas alas,
me arropé en otro nido,
estrené nuevo acento.
Por los dedos marchitos mis cenizas escapan
y me quejo inculpando a la vida,
porque al sur de la senda,
aún no sé donde anclar
mi sandalia raída

lunes, 7 de septiembre de 2009

LA SOLEDAD EN LA POESÍA FEMENINA (ENSAYO)


La soledad, sentimiento que habita en todo ser humano nos acompaña de la cuna a la tumba, influ-yendo unas veces, determinando otras, nuestro hacer y decir a través de nuestro paso por la vida. Senti-miento tal, ha despertado el interés del hombre, quien lo ha hecho objeto de estudios cientficos y filosófi-cos. La soledad es, además, una ponderosa fuerza inspiradora en la creación artística en general y en la li-teraria en particular. Es objetivo de nuestro studio analizar la influencia que este sentimiento ha tenido y tiene en la poesía femenina de Iberoamérica.
Analicemos, pues, las ideas, que sobre la soledad y sus manifestaciones nos brindan dos reconoci dos filósofos y poetas: el mexicano Octavio Paz y el libanés Khalil Gibrán. En su libro “El Laberinto de la Soledad” nos dice Octavio Paz: “La soledad, el sentirse solo y el saberse solo, desprendido del mundo y ajeno a sí mismo, separado de sí, no es característica exclusiva del mexicano. Todos los hombres, en algún momento de su vida se sienten solos; y más: todos los hombres están solos. Vivir es separanos del que fuimos para internarnos en el que vamos a ser, futuro extraño siempre. La soledad es el fondo último de la condición humana. (1) Por su parte, Khalil Gibrán afirma: “La soledad tiene suaves, sedosas ma- nos, pero sus fuertes dedos oprimen el corazón y lo hacen gemir de tristeza. La soledad es el aliado de la tristeza y el compañero de la exaltación spiritual”. (2)
Si como afirma Octavio Paz la soledad es condición inherente al ser humano, si como dijera Gibrán, soledad y tristeza son aliados, y si sabemos que la obra de arte es expresión de nuestras vivencias más hondas, tenemos que convenir en que el sentimiento que analizamos puede ser el alma de un cuadro, de una escultura, de una partitura musial o de una obra literaria, ya sea ésta, novela cuento o poesía. Hasta que punto puede determina el sentimiento de soledad la vida de una persona, se refleja en investigaciones realizadas en diferentes países. En España, por ejemplo, la asociación “ El Teléfono de la Esperanza” en su reportaje ”No me acompañes soledad” registra: “Las más de las 300,000 llamadas anuales que se reciben en esta asociación hablan por sí mismas del grado de sufrimiento, que la soledad causa en la sociedad española. El 70% de los que llaman son mujeres, algo en lo que coinciden con los Estados Unidos y el resto de los países occidentales de su entorno, y no es porque a los varones no les afecte, es que, sencillamente, no lo cuentan. El sentimiento de soledad es una realidad en ambos sexos, pudiendo manifestarse en cualquier etapa de la vida, siendo la vejez la más afectada. (3)
La soledad no es un sentimiento nuevo, es tan viejo como el hombre mismo. Solo se sintió el hom
bre primitivo al buscar la compañía de otros hombres para vivir en comunidad. Solo se sintió Cristo en la noche de huerto, sola María ante la cruz. Solos se sienten el niño que crece sin amor, el adolescente incomprendido, el joven sin esperanzas; solo el anciano por su invalidez y por la indiferencia del mundo que lo rodea; sola la persona discriminada; solos los desterrados ante la ausencia de su paisaje, de sus costumbres, de su gente.
Al correr de los años, con los avances de la civilizacón y los nuevos patrones de conducta a los que nos obliga la vida moderna, lejos de aliviarse la soledad se recrudece, tanto así, que algún psicólogo la ha definido como “ La peste del siglo XX”. Según el Dr. Jiménez Cajal, psiquiatra del Hospital de la Princesa en Madrid, la soledad explica la cantidad de horas que se desperdician frente al televisor, o la internet,así como la adicción a ciertas substancias. Al respecto indica Pedro Madrid, psicólogo y director de la Asociación del Teléfono de la Esperanza que: “ La soledad se intenta acallar con una dependencia al alcoholismo y a las drogas, la agresión y, a veces, el suicidio crónico” (4). Si tal es el efecto que el sentimiento de soledad produce en el ser humano, puede entenderse porqué se ha manifestado en la literatura de todos los tiempos. Si la poesía es, como dijo Martí: “Un pedazo de nuestras entañas” (5), no sería aventurado afirmar que el sentimiento de soledad asociado a la tristeza, es capaz de determinar, en gran medida, la conducta del ser humano que la sufre; por tanto, este sentimiento no ha podido ni podrá estar ausente de los cantos del poeta, sea este hombre o mujer.
El poeta lírico, nos dice Octavio Paz: “Establece un diálogo con el mundo; en este diálogo hay dos situaciones extremas, dentro de las cuales se mueve el alma del poeta: una de soledad; otra de comunión. El poeta parte de la soledad movido por el deseo de comunión. Las dos notas extremas de la poesía lírica, la de la comunión y la de la soledad las podemos contemplar con toda su verdad, en la historia de nuestra poesía. (6)
Aunque el reportaje de “ El Teléfono de la Esperanza” nos dice que el hombre es menos inclinado a contar su soledad que la mujer, lo cual puede obedecer a que en materia íntima es el hombre más introvertido, o a la idea errónea de que confesar su sentimiento sería tomado como falta de hombría, se encuentran numerosos poetas en cuyos versos el sentimiento de soledad se expresa en toda su magnitud. Baste citar a Antonio Machado quien dio a su primer libro el sugestivo título de “Soledades” y en su segundo, “Campos de Castilla”, describe los campos de Andalucía y de Castilla, en forma tal, que la descripción del paisaje se convierte en reflejo de su propia soledad. Su lírica íntima, sobria, doliente, contiene el ele-mento poético que Machado consideró de mayor importancia: “Una honda palpitación del espíritu” .(7)
En un artículo publicado en “Ventana Poética” del Diario Las Américas, nos habla el poeta Luis Mario sobre: “ La patriótica soledad del poeta Arturo Doreste”, quien expresa en un extraordinario soneto el tajante vacío que lo dominaba: “Solo en la patria, solo en el encierro,/ solo en el sacrificio y el des-tierro, /solo en la indignacón , solo en la guerra/ y solo he de arrastrar ludibrio y dolo/ hasta morir estoi-camente solo/ en el rincón más solo de la tierra./” (8). Numerosos son los ejemplos a citar, pero como señalé al principio, no es la poesía masculina el objeto de nuestro estudio, sino la femenina.
Desde el pasado remoto, la mujer convirtió la poesía en su más fiel confidente. Es el caso de Safo, poetisa griega, nacida según se cree, en el siglo VI A.C. En los 600 versos, que se calcula quedan de Sa-fo, se nos presenta una poesía amorosa, que expresa el sentimiento desnudo, con fuerza irracional y una intangible nostalgia , que pudo tener como causante un gran vacío interior.
Pero volvamos la vista hacia poetisas más cercanas en el tiempo y la distancia, para encontrar a
Rosalía de Castro, nacida en Compostela, Galicia, en 1837. Si una obra poética ha sido influenciada por la soledad es la de esta mujer, que desde temprana edad vivió de cara al infortunio. Hija natural, aunque de familia ilustre, no lleva el apellido paterno, pero sí recibe el amor maternal y una esmerada educación.
Se casa por amor y es correspondida, pero una cruel enfermedad pulmonar, la pérdida de la madre y de un hijo y un tiempo de emigración en Castilla le producen un recóndito sentimiento de nostalgia, de soledad, que dominan su sentir y su cantar. Fue la suya una poesía hondamente lírica. En sus “Cantares Galle-gos” (1863), en los que canta a su tierra hay una gran emotividad y dulzura, no exenta de saudades. El tiempo de emigración aumenta su tristeza. El trato de los castellanos hacia los gallegos, tan frío como su clima, tan estéril como su paisaje, calan su vacío y en su libro “Follas Novas” (1880), desnuda la soledad que la consumía, reconoce que su alma reposaba en un desierto y en sentidos versos reclama: “Castellanos de Castilla: Tratad bien a los gallegos;/ cuando van, van como rosas;/ cuando vienen, como negros. / En esta otra, que paso a citar, compara la tierra castellana con un desierto: “Sin árboles que den sombra /ni sombra que preste aliento.../ Llanura, siempre llanura,/ desierto, siempre desierto (9). Esa llanura y ese desierto que nombra están, realmente, copiando su inmemsa soledad.
En un estudio de la soledad en la poesía femenina de Iberomérica, ocupa un primer plano la poetisa chilena Gabriela Mistral, quien titula “Desolación” su primer libro. Su voz poética, alejada del Moder-nismo, fue siempre incisiva y austera, nutriéndose de sentimientos surgidos al calor del sufrimiento y la tragedia. Hogar sin calor paterno, amor no correspondido, muerte trágica acechando en cada recodo del camino, insatisfecho anhelo de maternidad, producen una obra poética, fiel expresión de su íntima sole-dad. Gabriela, dice Carmen Conde: ¨ Tuvo seguidores, pero nadie alcanzó el nivel de su voz trágica o tierna ni de su desolación” (10). Precisamente en su poema” Suplicio” nos dice: “Tengo ha veinte años en la carne hundido/-y es caliente el puñal-/un verso enorme, un verso con cimeras de pleamar/” (11). A Ga-briela le dolía el amor, y el amor fue su tormento. El abandono y posterior suicidio de su novio intensifi- can su vacío, un vacío que rompe en voces que encarnan, en los “Sonetos de la Muerte”, un hálito de ven-ganza y que, además, piden la muerte para sí: “El besó a la otra a la orilla del mar,/ resbaló en las olas la luna de azahar/y no untó mi sangre la extensión del mar./(12). Voz, que ante su desierto interior reclama al padre: “!Padre Nuestro que estás en los cielos./ por qué te has olvidado de mí!/ Llevo abierto también mi costado/ y no quiere mirar hacia mí!/” (13). Soledad y tristeza hermanadas, determinan su obra poé-
tica. Soledad y tristeza que sólo aminoran, en parte, su preocupación por la niñez y el destino del hombre en América.
Causas análogas a las que afectaron la vida de Gabriela se encuentran, por igual, en la de Alfonsina Storni, produciendo en ésta como en aquella, un sentimiento de soledad palpable en su poesía. Como la de Gabriela fue su infancia difícil, forjando en ella una imagen amarga en lo concerniente a las relaciones entre el hombre y la mujer. Como Gabriela no fue en el amor correspondida. Pasó su juventud en lucha con la vida, para ayudar a la familia y educar a su hijo sin padre. De su primer libro, “La Inquietud del Rosal”, es el poema ”El Cisne Enfermo” en el que se autorretrata: “Cuentan las leyendas que está enfermo de amor/ que el corazón enorme se le ha centuplicado/ y que tiene en la entraña como el crucificado/ un dolor que cobija todo humano dolor”/ (14) . Su situación económica mejora, adquiere amigos, pe-ro su sentir amoroso no cambia, pudiendo apreciarse un desgarramiento interno, un toque de personal amargura: “Soy un alma desnuda en estos versos, alma desnuda que angustiada y sola,/ va dejando sus pétalos dispersos”/. (15). A diferencia de Gabriela, se rebela contra el hombre a quien en el poema “Tú me quieres Blanca” reta con amargura no exenta de ironía. El éxito no pudo impedir que su vida se con-sumiera en una eterna tristeza. Enferma de cáncer, se entrega en cuerpo y espíritu al mar al que amó para irse como ella decía: “Me iré serenamente del país del hastío/ al país del misterio que nos tiende su red.(16)
Hablando de mujeres poetas, cuya obra está dominada por un hondo sentimiento de soledad, no podemos olvidar a la puertorriqueña Julia de Burgos, cuya vida marcó, impiadosa, la tragedia. Pobrísima infancia, padre alcohólico y muerte de seis hermanos la afectan hondamente. Sus ideas políticas, siempre al lado de la izquierda, contribuyeron, también, a su aislamiento, así como el alcoholismo en el que vivió sumida durante la última etapa de su vida. En sus versos, Julia, se dolía siempre de su profundo vacío: “Nadie,/ iba yo sola/. Nadie/ pintando las auroras con mi único color de soledad/ (17) . Julia era como dicen sus versos: “ola de abandono,/derribada, tendida/ sobre un inmenso azul de sueños y de alas”./ (18) La imagen de la muerte la asediaba: “Todas las horas pasan con la muerte en los hombros/yo las sigo todas con mi muerte en los brazos.”/(19). La lejanía de su tierra, su desarraigo, se refleja en “Las som-bras se han echado a dormir sobre mi soledad”/ sola, desenfrenada en tierra de sombra y de silencio”. (20)
Tan sola se sentía, que pudo presentir su final ocurrida en una calle neoyorquina: “ Morir conmigo mis-ma, abandonada y sola,/ en la más densa roca de una isla desierta / en el instante un ansia suprema de cla-veles/ y en el paisaje un trágico horizonte de piedras./” (21).
Es la uruguaya Dora Isela Rusell, otra poetisa, que en versos de gran riqueza espiritual, declara su vacío interior: “Sola como ciudad abandonada/ que me avasalla y me convierte en huesa” (22) pero Dora Isella no sólo siente la soledad sino que la busca y así lo reconoce: “Busco la soledad que siempre llevo/ como fundida en torno de mi historia/ la sola fuente donde acaso bebo / de un agua sosegada y sin memo-ria”/(23)
El trabajo poético de la mujer cubana, como el de las otras poetisas de Iberoamérica, muestra sin lugar a dudas, el influjo del sentimiento que estudiamos; sentimiento que no es patrimonio de unas pocas sino de muchas. La realidad del tiempo disponible, sin embargo, nos obliga a la brevedad, tanto en éstas como en aquellas. La muerte del esposo y de sus cinco hijos, convierte a Luisa Pérez de Zambrana en la imagen de la desolación. Tal es su estado de ánimo que en el poema ”Las tres tumbas” la lleva a con-siderarse como: “ La encina herida por el rayo y la cruz enlutada de la muerte” (24). En el poema “La Vuelta al Bosque”, declara: “El mirto de mi amor estremecido/ cerró la flor y se cubrió de sombra/ así mi corazón de espanto frío,/quedó al golpe, Dios Mío,/ que mi vida cubrió de eterno duelo”. Este aplastante sentimiento, late por igual en el poema “La noche en los sepulcros”, en el que reclama para sí la muerte: “y al oscilar de las estrellas tristes./ por su llanto de muerte humedecida,/ sobre el manto de adelfas de su tumba,/ que me encuentren inmóvil y sin vida”/.(25)
La poesía de Sara Martínez Castro, a quien todos conocemos, cae de lleno dentro del grupo que estudiamos. Su libro “La Soledad Detenida”, lo atestigua desde el título mismo. Puede decirse que el 50% de los versos contenidos en esta entrega, muestran el poderoso influjo que este sentimiento tiene en su poesía, en la que dice ser: “una muerte fugitiva/ vagando por su lágrima asustada.(26). Sara considera tanta su soledad, que reconoce:” Yo diría que tanta soledad es lo primero.(27). Es indiscutible que el sentimiento que se adueña de sus versos, es el mismo que domina el paisaje de su alma.
María Josefa Ramírez, poetisa cubana fallecida en New York, a quien conocí personalmente, fue, a no dudarlo, marcada por un amargo sino. El destierro, la muerte de la madre, un amor irrealizado, y el sui-cidio de su hermano, la convirtieron en la persona más triste con la que haya tenido contacto. “De un solo color” es el titulo del único libro que publicó. Color que no fue otro que el de su irremediable soledad. La imagen de la ceniza que usa en los siguientes versos nos da la medida de su íntimo abismo: ¡Ceniza en la ventana y en las calles./ Ceniza galopando por el viento!/ ¡Soy no más que resaca de ceniza!. Ceniza soy y a la ceniza vuelvo!(28).
La poesía de Dulce María Loynaz, Premio Cervantes 1992, ha sido considerada por los estudiosos esta materia como una poética de la soledad y el silencio. Pertenecer a una familia que gozaba de excelente posición social y económica le permitió crecer y educarse sin los rigores por los que atravesaron Gabriela, Alfonsina o Julia, por ejemplo. Los honores recibidos fueron innumerables, sin embargo, había en ella una innata tristeza, que bien pudieron acentuar problemas sentimentales y un ansia de maternidad nunca lograda. En sus estudios sobre la obra de Dulce M. Loynaz, el Dr. José Olivio Jiménez, nos habla de la importancia que en la misma tuvieron la soledad y el silencio, silencio que, según Jiménez, cito:”Estaba frenado por un íntimo pudor” . “Ya no hablaré más nunca seré menos que el cisne, no dando a la vida ni el último acento/. Silencio al que ella reconocía como parte de si: “Estás en mí como la música en la garganta del ruiseñor, aunque no esté cantando/. Continúa Jiménez, la soledad en Dulce María, no se expresa de manera tajante sino como una timidez asumida: “Soy como el viajero que llega a un puerto y no le espera nadie”. En otras ocasiones, sin embargo, su soledad es de efectos más dramáticos y sombríos, pero aún así, no expresa una angustia actuante o factual sino como un amargo augurio: “Alguien exprimió un zumo de fruta negra en mi alma/ Quedé amarga y sombría / como niebla y retama /presiento que una cosa ancha y oscura y desolada viene sobre mí/ como la noche sobre la llanura/ A veces, prosigue Jiménez, la soledad viene a ella como estremecida evocación inmediata, vivida en las fuentes del pasado y de la ausencia: “Estoy doblada sobre tu recuerdo, como la mujer que vi esta tarde en el río/ horas y horas de rodillas./ doblada por la cintura/ sobre este río negro de tu ausencia.(Fin de Cita) (29).
Sugerir un sentimiento, no confesarlo explícitamente, no significa carencia del mismo. Es cierto que Dulce María, a diferencia de sus contemporáneas, no expresó en versos tajantes la soledad que sentía y que la acompañó hasta el último día de su vida. Dulce Maria no protestaba, pero lejos de rechazar la sole-dad, la aceptaba, la buscaba, yo diría que la amaba:. “No cambio mi soledad, por un poco de amor, por mucho amor sí / pero es que el mucho amor también es soledad /¡que lo digan los olivos de Getsemani.(30) Ya dijimos que el sentimiento de soledad es tan viejo como el hombre mismo. No podemos negar su sempiterna existencia. El ritmo de la sociedad en que vivimos la ha recrudecido. Según las investiga- realizadas por “El Teléfono de la Esperanza”, es este sentimiento uno de las principales causantes de problemas sociales tales como el alcoholismo, la adicción a las drogas, y el suicidio. Este es, por supuesto, su ángulo negativo, pero no todos los humanos la subliman de la misma manera. El pintor la lleva al lienzo, el escultor a la piedra, el músico al pentagrama, el narrador y el poeta a la palabra y al verso. La soledad tiene, por tanto, su arista positiva. El arte en general, así como la literatura, principalmente la poesía, lo demuestran.
De acuerdo a las consideraciones y ejemplos presentados en este análisis, puede afirmarse que el sentimiento de soledad, no sólo puebla la poesía escrita por la mujer iberoamericana, sino que su poder es tal, que ha proporcionado a la misma sus páginas más sentidas, más humanas. Abogaría por que las agen-cias que estudian la soledad y sus consecuencias, enfatizaran la divulgación de este aspecto positivo. Qui-zás la poesía sea una alternativa feliz a las lacras sociales mencionadas, al tiempo que un amplio camino para obtener un nuevo florecimiento de las artes en general y de la literatura en particular.







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miércoles, 2 de septiembre de 2009

AMOR Y FILOSOFÍA (SEGUNDA PARTE)

C O P L A S

El hombre nace y empeña

en luchas toda su vida

sin pensar,

que sólo vive el que sueña

y la existencia es perdida

sin amar.

Barre el odio, al sol asoma

sobre la inútil ofrenda

nueva faz,

libera al fin la paloma,

ondea la blanca albenda

de la paz.

CREACIÓN


Gira el cosmos, cinéreos vapores

gravitan en sus órbitas cerradas,

tenebrosas penumbras enlazadas

escalan de lo inmenso los alcores.


Ruge el viento, sus silbos tronadores

embisten las mareas desoladas.

Muere el silencio, auroras embozadas

atalayan los prístinos albores.


Rasgan las nieblas su negro capuz

abriéndose el espacio al resplandor

de un flameante capullo de luz.


El firmamento los astros inundan,

las tierras y los mares se fecundan

al impulso del soplo creador.



DESICIÓN


Un hombre sorprendió a su pensamiento

contando los valores de riqueza,

y mientras ahondaba en su pobreza

sentía de su estado el descontento.

.

A pasar acertó en aquel momento

jubiloso desfile, a la cabeza

Señor Oro, cantando su grandeza

discutíale cúspides al viento.


Rayo certero cruza en un segundo

del cortejo la externa mascarada

mostrando el corazón por el postigo.


Y el pensamiento, desafiando al mundo,

pronuncia la sentencia inesperada:

-Renuncio a pobre. Quiero ser mendigo.




ARCAS DE LUZ Y SOMBRAS


Gira la tierra al eje suspendida;

la estrella de la noche y las auroras

se suceden, y el ritmo de las horas

nos marca los compases de la vida.


Caminamos la senda florecida

deslumbrados por luces impostoras;

sin reparar que vida, cual Pandora

lleva en sí luz y sombras confundidas.


Cuidado, amigo, que Caronte aguarda

levada el ancla y presuroso el remo.

En los breñales de ti mismo escarda,


y deja que florezcan en tu huerto

las rosas de la luz, seguro puerto,

las arcas te abrirá del bien supremo.



MUERTE


Llegarás a los planos de lo inerte

polvo sin luz, materia consumada.

En las alas informes de la nada.

volarás las llanuras de la muerte.


Riquezas ni poder han de valerte.

Al umbral de la última morada

desnudo llegarás, arca sellada

los dones que una vez te dio la suerte.


Coro de bronce cantará tu duelo,

lecho y almohada te dará la tierra,

las tinieblas espacio para el vuelo.


Y un último tributo de los hombres

sobre la piedra que tu cuerpo encierra;

en indelebles trazos, fecha y nombre.



MUERO EN TI


En un canto de luz tibia y serena

mis dormidas auroras despertaste;

en mi mundo un oasis recreaste

de agua viva, rumores y azucenas.


Cual simún arrastrándote en mi arena

en ráfagas sombrías te marchaste,

y en las manos vacías me dejaste

sólo angustias trenzando esta cadena.


Mariposa febril la del recuerdo

anclas leva del fondo del olvido;

no soy libre de ti, en ti me pierdo.


Solos quedan clamando a la fortuna,

la resaca de todo lo vivido

y un destello intangible de la luna.



RENUNCIA


Márchate dije, y te llamé cobarde.

Mi palabra cegó la primavera.

Habité con las sombras en la tarde

bebiendo en ti la soledad primera.


Aún recuerdo los gestos, el alarde

acallando la voz de la quimera,

y como el cirio que en cenizas arde

quemé en los labios la esperanza entera.


Nada queda de ti, ya no eres dueño.

Con un ansia voraz en la garganta

consumiste las mieles de la ofrenda;


Un sol nuevo me nace y se agiganta;

me voy tras de su luz, te dejo el leño,

crucifica mi amor y tu leyenda



RENACER


Rompe la aurora y déjame la noche

poblada de rumores y amapolas;

reniego de tu luz, estoy a solas

desnudando tu espíritu. Fantoche.


Calzando penas enterré el reproche,

salté del yunque en que el amor inmolas.

He de marchar, ungida de corolas,

deshojando paisajes desde el coche.


Repican las esquilas de las horas

su tema de cristal; indiferente

apuras tu visión de humanidad.


Me alejo de las celdas en que moras.

Voy en pos de infinito, sonriente,

sin perder proporción de eternidad.



LLEGASTE DIFERENTE


LLegaste, amor, a despertarme; ajena

caracola dormía al son del viento.

Como un susurro, amor, así te siento,

tibio beso de luz sobre la arena.


Rozas mi piel, te adueñas de la escena,

tu tañido azulea el pensamiento,

arropada en las ondas de tu acento

voy como nota inmaculada y plena.


Entre vítores, tirsos y nelumbos

llegaste a mí, rotundo, diferente,

gigante colosal barriendo huellas,


ensayando horizontes a mi frente.

Llegaste, amor, cambiándole los rumbos

al campo sideral de mis estrellas.




NO DESOIGAS SU VOZ


Sinaí, voz ecuménica suena

desde la cumbre al insondable abismo,

cincel de luz los signos encadena

quebrando de las piedras el mutismo.


La Palabra tomó conciencia plena

renaciendo del puro simbolismo,

la sentencia se eleva y nos ordena:

“Al prójimo amarás como a ti mismo”.


Amor es el misterio donde anida

el ancestral milagro de la vida.

Amor es la verdad que nunca hiere,


tizón que el lumen de tu ser inflama;

no desoigas su voz, prende la llama,

si por amor naciste, por él muere.




SI PUDIERA


Si pudiera volver sobre mi huella,

desandar lo vivido, espacio y hora,

remaría otra vez la barca aquella

donde el jinete de los sueños mora.


Igual que ayer caminaré doncella

la senda del rebaño y la pastora;

de la luz y las sombras la querella

revocaré en los predios de mi aurora.


Yo volveré a reír con el que ríe,

yo volveré a confiar en quien confíe

su proceder a la bondad del juicio.


Me ajustaré de la verdad las bandas

y dejaré al amor llevarme en andas

por las calles del sol o del silicio.




FIN


Cantemos al amor, dígase el verso

aunando en nuestra voz, sol y esperanza,

arranquemos al arpa el eco inmerso

que de sus cuerdas a brotar no alcanza.

Por el amor que mueve al universo

en su perenne y armoniosa danza

subid acordes la empinada cima,

cantemos al amor la eterna rima.