jueves, 12 de agosto de 2010

LA SILLA VACIA


Renegridos horizontes,
horizontes desgarrados,
sobre los potros del tiempo lento cabalga el pasado:
ausencias, quejas, angustias,
delirios, ecos lejanos,
imágenes fugitivas perdidas en el ocaso.
A la mesa del recuerdo se acercan los desterrados,
hay una silla vacía esperando a un invitado,
el banquillo del silencio, el puesto del inmolado.
Hombre que vivió muriendo, hombre que murió soñando
un pan de tierra lejana adormecido en sus mano;
el triste amante de un pueblo,
que en otro pueblo, callado,
bordó en lágrimas y espinas las rosas de su sudario.
Sombra de la propia sombra, pasó entre todos, de largo...
Nadie entendió su mutismo, su dolor abanderado.
Los ojos cerró a la vida,
abriéndolos al milagro de una tierra compartida
en los ámbitos alados;
todo luz, todo estandarte,
todo raíz, todo espacio.
Silencio...
El aura toca a la puerta,
confundidos en su abrazo la Patria y el hijo llegan,
Patria y hombre están aquí,
en la mesa del recuerdo
no hay puestos desocupados

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